Wednesday, October 25, 2006

EN CANCHA DE EVERTON ME SENTÉ Y SOÑÉ

Juan Ramón Pérez ya se acostumbró al olor del césped del Sausalito y a los gritos de la hinchada. A veces sueña con que corean su nombre, mientras escucha todo lo que en su interior le recuerda a su querida Colombia...

Jugando con el pasto mientras mira el arco que da al cerro, Juan Ramón Pérez, futbolista colombiano que llegó a conquistar Chile, se levanta presto apenas hacen el llamado para comenzar el entrenamiento.
Se le ve feliz, como no, si correrá por un buen rato detrás de la pelota y de todos sus sueños. Quizás la sonrisa de su hijo lo invita a correr más rápido. En las pruebas de velocidad, superó por lejos a todos sus compañeros.
La suerte, eso sí, no lo ha acompañado. "Todo comenzó como una fantasía, estaba lejos de mi patria, feliz, jugando, hasta que llegó esa lesión que me sacó del equipo", recuerda.
Todo rememora los hermosos momentos en su natal Urabantioquía, cuando fue seleccionado para representar a su país con el equipo sub-17. Sin embargo, el destino le tendría preparada otra mala jugada. Un fuerte dolor en su pierna izquierda sería el indicio de que todo lo que se imaginaba al acostarse, lamentablemente no se haría realidad.
Tres años después, en la misma cálida cama, Juan Ramón Pérez se despedía de su casa, de su familia, y se preparaba para llegar al fin del mundo, donde la cordillera se saluda con el mar, donde al extranjero lo quieren como hermano, donde las puertas se le abrirían. Cargado de ilusiones llegaba a Chile, a defender los colores oro y cielo de Everton de Viña del Mar.
El clima que lo recibió no se parecía en nada al que lo había despedido en Colombia. El frío era su más cercano compañero cuando se dirigía a las matutinas prácticas, y cuando volvía satisfecho de haber dejado todo en cada pelota, aparecía nuevamente el gélido cómplice.
El acostumbramiento fue cosa de pases, gambetas, felicitaciones y principalmente la confirmación de aquella máxima, que con un lindo sonido dice: "Y verán como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero".
"El grupo humano que me recibió fue muy lindo. Tanto mis compañeros como el cuerpo técnico hicieron que me sintiera en casa. Me dieron mucha confianza y lograron que todas mis dudas se transformarán en tranquilidad", agrega con tono pausado este lateral izquierdo que admira a Roberto Carlos, y que no se demora en apoyar que tiene condiciones para acercársele.
El entrenamiento está terminando, Juan Ramón demuestra satisfacción. El tiempo se le pasó volando. Eso es bueno, aún tiene el corazón del niño que sale a las 5 desde su casa, y siente que no ha disfrutado nada aún, cuando su mamá lo llama a acostarse, porque está oscureciendo.
Se queda jugando con el balón, demostrando que tiene talento. Le encantaría que el estadio estuviera repleto y lo ovacionara. Quiere que todos sus sueños se cumplan, pero es joven, tiene 20 años y le queda mucha vida.
No obstante, para el fútbol nunca hay suficiente tiempo. En este mundo alguien es viejo a los 34 y paradójicamente un niño a los 19. Está demás decir que a este deporte no hay que entenderlo, sino que quererlo.
En la cancha donde entran cuerpos de hombres y corazones de niños se entremezclan todos los tópicos de la vida. La parodia de ésta, se encuentra resumida en 90 minutos.
Para Juan Ramón, cada segundo es un poco de fútbol que se juega o se va, un suspiro de vida que fue aprovechado o que fue derramado. Dónde encontrar almas tan sensibles para dibujar al fútbol sin tener que poner una pelota, es la motivación de un buscador de sueños. Los futbolistas son más simples, quizás porque son felices, como no, corren detrás de la pelotita que los vio crecer.
Su padre, llamado también Juan Ramón Pérez, su madre, Doris Ortega Álvarez, y su hijo Juan Mateo Pérez Candanoza, conforman parte del mundo de este jugador colombiano que se siente en deuda. Aún no gritan su nombre, aún no hace estallar la galería con un gol, tampoco hizo llorar a un niño de emoción, pero está tranquilo, tiene esa llama interior que los elegidos poseen para encontrar lo que buscan.
Quizás mañana venga un domingo, el estadio se abrirá, llegarán corriendo, los sueños despertarán, una corrida larga terminará con un centro pasado, algún lateral izquierdo aparecerá y la colocará lejos del alcance del portero. Esto es así, el fútbol es así…de lindo.
Por ahora todos se van, se marcha el hombre, pero se queda el corazón, jugando con todas las almas de aquellos goles que nunca fueron. Juan Ramón Pérez recuerda que está en Chile, extraña de súbito a Colombia, pero una palmoteada en la espalda lo despierta: "¡Vamos muchacho, mañana a las 8:15… si ganamos un niño dormirá feliz!".